Hay que considerarlo una buena noticia: el INAEM se ha mostrado receptivo a una propuesta presentada conjuntamente por casi todas las asociaciones profesionales que operan en el mundo de la música y ha apoyado la creación de Girando Por Salas (GPS), un programa para incentivar las giras de artistas y grupos emergentes en salas de música en vivo de toda España.
El programa, en cifras, supone una aportación de un millón y medio de euros por parte del Ministerio de Cultura y permitirá la celebración de doscientos conciertos, que facilitará a cincuenta artistas noveles ofrecer cuatro conciertos fuera de sus comunidades autónomas.
La iniciativa, lógicamente, es loable: es la primera vez que el INAEM apoya de esta manera a las músicas populares en directo. No se trata de nada especialmente original: la AIE lleva realizando desde hace quince años su programa Artistas En Ruta, con características muy similares. En alguna ocasión anterior he apuntado en estas mismas páginas lo que iba a pasar: el sector de las músicas populares nunca ha pedido limosna, sino una Ley de la Música, que aportara reconocimiento a la labor económica y cultural que desarrolla.
Vale, esto es mejor que nada, pero seguimos necesitando una Ley de la Música y se va a seguir pidiendo. Pero hay más cosas que hacen falta: primero que se cumpla esa famosa Ley de Morosidad por la que las corporaciones municipales deberían estar obligadas a pagar a 60 días de la fecha de facturación. Ese millón y medio de euros es, en varios casos, menos de lo que se debe a bastantes agencias de contratación artística pertenecientes a A.R.T.E.
Hay más cosas que se pueden hacer: que las sedes internacionales del Instituto Cervantes se conviertan en auténticas empresas de promoción cultural española en el exterior, a la manera en que el ICIC (Institut Català de les Indústries Culturals) opera con sus “embajadas” en Londres, París, Bruselas, Berlín y Milán. En el caso de las músicas populares la tarea fundamental del INAEM debería ser América, toda ella. En los años de vacas gordas –desde los años 80– los artistas y grupos españoles dejaron de pelear por el trozo de tarta que allí nos ofrecían y recuperar ese mercado debería ser labor prioritaria. Y tampoco es nada original: la SGAE lleva haciendo algo parecido desde hace varios años, con su programa Rock en Ñ. América es, por cuestiones idiomáticas, nuestro mercado natural y el sistema ideal sería entrar en cada mercado con una oficina, descubrir las claves con las que opera cada país, establecer las bases sólidas para que Buenos Aires, México D.F., Los Angeles, Miami, Nueva York, Bogotá, Caracas, Santiago de Chile o Quito se conviertan en nuestros centros de operaciones, tan importantes como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Bilbao.
Exportar es fundamental, pero hay que hacerlo bien, con planes a largo plazo. No sirve de nada dar empujones en momentos puntuales como éste, en el que estamos acuciados por la crisis. El director general del INAEM, Félix Palomero, al que entrevistamos en estas mismas páginas, tiene razón cuando dice que la música en directo “siempre ha sido el principal nicho de empleo”. Pero no nos gusta el aparente conformismo que se desprende de sus declaraciones sobre el “momento convulso” del sector audiovisual (refiriéndose, hay que imaginar, a las diferentes formas de piratería que afectan a las industrias discográfica y cinematográfica). Esa dejadez no existe en los países europeos de nuestro entorno. Y, tal y como están hoy las cosas, con la falta de firmeza penal que sufrimos, España se parece más a China, Rumanía, Rusia, Marruecos, Somalia o México que a Suecia, los Países Bajos, Noruega, Japón, Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Suiza o Alemania, con leyes mucho más respetadas y respetables que las nuestras. Auténticos estados de derecho.
Jesús Rodríguez Lenin
Editor
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