Ya está aquí septiembre otra vez. Como todos los años. Como todos los años, después de julio y agosto. Pero no ha llegado como todos los años después de un verano fértil, repleto de trabajo, y de galas. Ha llegado después de un verano difícil, vacuo de galas, y repleto, eso si, de anulaciones.
No se nos escapa la incidencia que han tenido las anulaciones sobre contratos debidamente confirmados e incluso firmados, por empresas y ayuntamientos, y que al acercarse las fechas de su cumplimiento han sido anulados, unilateralmente, dejando a artistas, grupos u orquestas compuestos y sin gala.
Las razones vienen siendo siempre las mismas, aunque se disfracen de otras excusas y palabrerías. La falta de dinero en el caso de organismos y la misma, más la osadía, en el caso de empresas, que pensaban recaudar unas cifras que, a la vista de las ventas anticipadas, descubren imposibles.
Vista y probada esta realidad, las preguntas están en el ánimo de todos los socios y profesionales que nos dedicamos a este negocio del espectáculo: ¿Qué podemos hacer, ante este problema en crecimiento? ¿Hacemos valer los contratos? ¿Obligamos a adelantos a la firma? ¿Nos enfrascamos en eternos procedimientos judiciales? ¿Comprendemos a los “empresarios” y los liberamos de sus obligaciones? ¿Agradecemos su llamada advirtiendo su insolvencia?
De forma general creemos, con sinceridad, que cada caso es único y no se puede tener una respuesta tipo para todos. Obligar a recibir un adelanto a la firma del contrato es una solución que vale para unos casos, pero que para la mayoría cercenaría otros contratos, que normalmente llegan a buen puerto. Ser inflexibles en el cumplimiento de las obligaciones adquiridas debería de ser la norma. Es la norma. Solo en casos puntuales, de fuerza mayor, transigimos. El problema es que esa fuerza mayor, en condiciones normales es un cero coma por ciento, y hoy, se ha multiplicado por muchos, demasiados dígitos. Los procesos judiciales en España, estamos persuadidos de ellos, son agotadores, solo si nos jugamos mucho y tenemos ciertas garantías pueden ser abordados. La comprensión es un arma de dos filos. Es buena si tratamos con personas de buena voluntad y letal si lo hacemos con sátrapas. Menudo chollo para estos últimos nuestra comprensión. Agradecer las molestias a quien nos advierte de su insolvencia y por tanto nos evita presentarnos en la cita comprometida y volvernos con la cabeza llena y los bolsillos vacíos, está bien pero, como en el ejemplo anterior, depende con quién.
Por tanto, cada caso es único y nadie más que cada uno de nosotros puede saber el camino a tomar, con quién contratar, a quién creer, a quién comprender y a quién negarle el pan y la sal. En condiciones normales nos comportamos los humanos con proceder normal. En condiciones difíciles es cuando debemos dar la talla de personas comprometidas y no siempre la condición humana está preparada para ello.
Lo dicho, después de julio y agosto viene septiembre y siempre que llueve, escampa. Vamos a creerlo.
La Junta Directiva de A.R.T.E.
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