Noviembre sería tiempo de pausada reflexión si los acontecimientos no llevaran la endiablada velocidad que llevan. Los relevantes hechos nacionales, las elecciones, la incertidumbre, la falta asombrosa de liquidez, el miedo, la sucesión de rumores permanente (peor el último que el anterior, por lo general), los bancos, la SGAE, Córdoba, Libia, Siria, Grecia, Italia, Portugal, España, y suma y sigue… Nada invita a la reflexión y sin embargo se hace más necesaria que nunca. Desenredar esta madeja precisa tener la cabeza más fría de lo habitual. Establecerse en el pesimismo es el último paso o quizá el primero para acabar enloqueciendo y, dejarse llevar por los acontecimientos: la perdición segura de nuestros proyectos y de nosotros mismos.
Reflexionar sobre lo que está pasando es ineludible. Cada uno, en su familia, empresa o proyecto a desarrollar, está obligado a ello. Las informaciones, por excesivas, nos desbordan frecuentemente y la serenidad para procesarlas se hace más necesaria. Para reflexionar necesitamos antes procesar debidamente esas informaciones. Ha pasado el tiempo de acometer proyectos dejando su éxito al albur de una coyuntura favorable o de un mercado que absorbía… casi todo. Ahora toca sopesar bien nuestras decisiones.
Nadie está exento de transitar por un mundo de dificultades en mayor o menor medida. En situación de bonanza tendemos a independizarnos de nuestro exterior. A individualizar en exceso nuestra actividad. Somos, o nos creemos, capaces de más; de todo, incluso. Imaginamos no necesitar a nadie para superarnos cada día. Tendemos a vivir un mundo donde nos sentimos imbatibles. Sin embargo, cuando el gráfico, en el que nos hemos significado durante la opulencia, invierte su tendencia languideciendo su otrora enhiesta actitud, es inmediato nuestro acercamiento a ese mundo desestimado con el afán de confirmar que el mal es común, de todos. ¡Qué alivio!
Sin embargo, en este contexto necesario de reflexión, el acercamiento debiera ser permanente. La unión es complemento y ayuda en la consecución de objetivos. Los colectivos marcan sus diferencias en las reglas del juego, si no sería un cártel. A partir de ahí las políticas comunes solo hacen beneficiar al colectivo. De forma genérica, sí. Que nadie entienda que pertenecer a un colectivo operativo (incluso eficaz) le va a solucionar sus inalienables problemas. Ahora, sí le va a allanar el camino en cien obstáculos arduos o insalvables para el individuo y rebajados en su dificultad o desaparecidos, a través del colectivo.
A nosotros nos cabe esta obligación. Nuestra primera reflexión debe de mirar al colectivo. Fortalecer su engranaje y dotarle del necesario lubricante. Siempre hemos creído en él. En tiempos mejores y en travesías más desérticas, que de todo ha habido desde su fundación. Pero es ahora cuando más tendemos a esperar del colectivo y es ahora cuando el colectivo ha de estar más preparado para devolver la confianza a sus asociados. Es ahora, sin duda, cuando la dimensión del colectivo se agranda por necesaria. Pues, es ahora, entonces, cuando hemos de dar respuestas a las inquietudes colectivas.
Hemos sentido en nuestro colectivo, como en tantos, que el crecimiento permanente no es posible. Hemos advertido que vivir sobrepasando las reales posibilidades no parece lo más aconsejable. Ni para los estamentos públicos, ni para las empresas ni para las familias ni para nadie. Se impone adaptar nuestras necesidades a los nuevos tiempos. Se impone redimensionar nuestra actividad. Se impone bajar a la arena de la realidad. Se impone recorrer nuevos caminos paralelos a tanta actividad pública. Se impone preguntarnos y preguntar a nuestros representados cuál es el verdadero fin de nuestra actividad; si ejercerla es un beneficio en sí mismo que reportará otros; aquellos que el mercado y la coyuntura nos asigne o, por el contrario, seguir pensando que uno cuesta lo que vale o lo que cree que vale. Se impone todo esto y mucho más. Pero se impone, sobre todo, que lo reflexionemos juntos. Que sea una reflexión colectiva. Que sean… reflexiones en voz alta.
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